PERMANECED VIGILANTES, ORANDO

34 «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros,
35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre. » (Lc.21, 34-36)

Jesús nos está hablando en este Evangelio de su Segunda Venida en majestad y también como Juez del Universo. Esto, de momento, aterró a los Apóstoles, como puede aterrar a nosotros, hombres del siglo XXI. Porque los que vivimos de la fe en Jesús, sabemos que esta Venida no es una broma, ni una exageración. Es palabra de Dios y como tal se ha de cumplir, porque todavía no se ha cumplido, como la profecía de la destrucción de Jerusalén y de su Templo, o la llegada del Mesías de Dios en su Primera Venida.

Jesús, nos habla a todos de algo que ha de suceder. Pero como amados por Él y siervo suyos, no quiere que nos sobrecoja el temor como los hombres sin esperanza. Nos da las actitudes y las obras que hemos de tener para ese momento, como un padre que amonesta a sus hijos para enfrentarse con las dificultades.

Y lo primero que nos dice es: “tened cuidado”, es decir, vigila nuestro corazón para que la vida no lo endurezca con sus múltiples preocupaciones y lo que es peor: con los vicios que acompañan la mala conducta. El corazón ha de estar limpio y observándolo siempre si se inclina al bien y al amor. Esto supone, que hay que hacer con el corazón, lo que hacemos con el cabello: que lo peinamos a menudo para que ningún parásito haga asiento en él.

Jesús dice que este Día llegará como un lazo que coge al ave desprevenida en su trampa. No así nosotros, que esperamos este día orando y en austeridad, porque sabemos que “la representación de este mundo se termina”. La oración será el escudo que nos protegerá, cuando algo que no es Dios y su presencia en mí, quiera atraer mi atención, para que una vez distraído y con mis potencias dispersas, caiga en la trampa del alejamiento de Jesús y su Palabra. Mi oración será adecuando mi vida a la vida de Jesús, a su forma de ser hombre entre nosotros y con los mismos problemas con los que yo tengo que enfrentarme… Orando y escuchando al Señor podré permanecer en pie, listo para el encuentro deseado, que eso será y no otra cosa, para el fiel que amó a Jesús en vida y siguió su Palabra…

¡Ven Señor Jesús! ¡Será el grito de sus pobres elegidos, cuando aparezca sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria!… ¡Ven Señor Jesús!...

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