PADRE, GUÁRDALOS EN TU NOMBRE

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. 

12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. 

14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. 

15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. 

16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. 

17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. 

18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. 

19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. 

(Jn. 17, 11b-19)

Jesús, ora al Padre por sus discípulos. Cuando Jesús los fue llamando uno a uno, cada cual estaba en sus asuntos, pero cuando Jesús los invitó para que estuvieran con Él, una corriente de santidad comenzó a circular entre ellos: se sentían unidos en su humanidad, en su intimidad con Jesús, en el mismo ideal y hasta sus mismas debilidades los hacían estar juntos. Pero, era la Persona de Jesús la que les transmitía la misma corriente de gracia que hay en la Trinidad: Tres Personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo y un Único Dios verdadero. Y este Misterio no es del mundo y ni siquiera lo entiende, por eso el mundo ha odiado a los que viven de él y lo aman. Todo aquello que no entre en sus razones y conveniencias, les provoca un odio, y a ser posible lo quieren destruir. No olvidemos que, este mundo que, se deja llevar del pecado, es del dominio de Satanás y éste, odia todo lo santo, y por tanto a Dios y su Misterio. 

Y Jesús, ora al Padre por este puñado de discípulos que, van a experimentar por primera vez que, “están en el mundo, pero no son del mundo”. Y, es que, ellos, han recibido a la Palabra de parte del Padre y han creído en Ella y ahora saben que, esta Palabra hecha Hombre, es Dios y Él es el que los va custodiando y guardando para no ser presa del Maligno.

El Padre, que, nos ha entregado a Jesús su Hijo con tanto amor, nos irá santificando en la Verdad. Nos hará santos, como Dios es Santo. Pero ahora, Jesús va el Padre y le pide, con todo el clamor de Hijo muy Amado que, cuide a su grey que, lucha en la tierra para ser testigos ante el mundo de la Verdad que, es Cristo. Pero les ha dejado como herencia la unidad que vive la Palabra en la Trinidad. Esta unidad, será el sello entre los discípulos que autentificará que entre ellos está Jesús y con este “signo”, se les abrirá a los hombres las puertas de la fe en Dios y en todo su Misterio de Salvación, en Cristo. El que rompa esta unidad, ni conoce a Dios ni lo ha visto, porque Dios es Uno en el Amor.

¿Cómo es posible que nosotros, criaturas tan pequeñas y dependientes de Dios, nos hagamos, por nuestra palabra y nuestra vida, “desunión”, “división”, “ruptura” en el Cuerpo de Cristo que, es su Iglesia, la reunión de sus fieles en el Amor y en la Santidad de Dios? Pues sí, todo es posible y no sólo posible, sino que es un hecho que, en la Iglesia, ¡se infiltra el pecado y por tanto gérmenes de muerte y siervos del Maligno!

¡Señor, no permites que el hombre se engría en sus pensamientos y obras y por la soberbia rompa la unidad de tu Cuerpo Místico que, es la Iglesia! ¡Danos espíritu de oración y de alabanza, para llegar a tu Corazón con esta urgente súplica! ¡Y, mientras, orar y orar y suplicarte en tu Nombre! ¡Amén! ¡Amén!

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