CREO SEÑOR, Y SE POSTRÓ ANTE ÉL

1 Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. 

6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego 

7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo. 

8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»

9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»

14 Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 

15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»

16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos. 

17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»

34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera. 

35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»

36 El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.»

38 El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. (Jn. 9, 1. 6-9.13-17.34-38)

 

Hoy Jesús, cura a un ciego que pide limosna a la vera del camino. Esta era su forma de ganarse la vida,porque los que pasaban ante él, quien más, quien menos, siempre le daban algo. Jesús, no le pregunta si quiere ser curado, sino que hace como los transeúntes, lo miró y le dio lo que tenía: ni oro, ni plata, sino la posibilidad de ver, lo que nunca pudo hacer, pues era ciego de nacimiento. Como Médico Divino, le puso barro, con su saliva en los ojos y le mandó ir a lavarse a la piscina de “El Enviado”. El ciego, obedeció la voz de Jesús y quedó curado.

Este milagro, se corrió entre las gentes, entre los sencillos y también entre los fariseos que, querían “hurgar”el prodigio, no para convencerse y convertirse ante la fuerza de los signos de Jesús, sino que, por envidia,querían ver, de qué forma podían acusarlo: “que no cumple la Ley, porque se salta el sábado haciendo en este día lo que está prohibido: sanar y tener misericordia y compasión de un enfermo condenado a la mendicidad.

Y el ciego, va y viene entre los comentarios de unos y otros. El, lleva sobre sí la salud y ante la alegría de la evidencia, da testimonio de que el que le curó, es un Profeta que, sólo puede hacer el bien. Su confesión, le lleva a que los fariseos le insulten y le expulsen de la sinagoga, de la comunidad. Jesús, oyó esto, y se hizoel encontradizo con el ciego. Le pide un acto de fe en su Persona. Y este hombre sencillo, asiente y se postra ante Él. ¿Qué le importaba el ciego lo que le hacen los hombres, cuando el Hijo del Hombre, de parte de Dios, le ha devuelto la vista? La grandeza del hecho, le hace adherirse a Jesús y seguro que, a partir de ahora, le seguía para beber todas sus enseñanzas.

La actitud de este hombre, nos hace reflexionar, porque a nosotros sí que el Señor nos ha dado la vista de la fe. No lo merecimos ni lo pedimos, como este ciego, pero Jesús que, conocía nuestra miseria, se compadeció de nosotros. ¿O es que no vemos ahora a nuestro alrededor tantos hombres y mujeres que, no creen y algunos lo desean con ardor? Dice: “¡quiero creer y no puedo!”? Pero nosotros vemos, porque Jesús nos ha devuelto en el bautismo, la gracia perdida por el pecado original. Y, ahora soy hijo de Dios y hermano suyo,y como el ciego, quiero llegar a donde llegó él, ¡y eso que no tenía la plenitud de la Revelación!

“¡Jesús, quiero postrarme ante Ti y adorarte, es lo propio de un cristiano que, ha creído que Tú eres el Hijo de Dios y que, con tu Encarnación Pasión y Muerte en Cruz, nos has regalado la Resurrección y el sentarnos contigo a la derecha del Padre, en los Cielos!” “Todas estas gracias inmensas que, en mi condición humana,no puedo valorar justamente, cuando entre a tu presencia, en la Bienaventuranza, entonces, podré agradecerte todo tu Amor por mí y, además, eternamente. Te daré gracias y alabaré tu santidad y tu gloria”

“¡Jesús, todo esto nos lo has revelado y por la fe, ya ahora, lo gozamos en un “ya pero todavía no”, que no deja de producirnos gozo y alegría, por la esperanza que, también es Don!”

¡Señor, que veamos todas tus gracias, como un regalo inmerecido y vivamos en continua acción de Gracias!¡Amén! ¡Amén!

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