¡SÍGUEME!

13 Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. 

14 Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme» Él se levantó y le siguió. 

15 Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. 

16 Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» 

17 Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.» (Mc. 2,13-17) 

 

Jesús, tiene muchas formas de llamar a sus elegidos. Aquí, tenemos una en la vocación de Leví. Él está en sus negocios de cobrar los impuestos a los propios de su raza. Por ello, su persona es abominable para sus paisanos: ¡estaba el servicio de los romanos el pueblo opresor de los judíos! Ante éstos, Leví, había perdido su dignidad y le consideraban “un publicano y pecador”. Pero Jesús, no mira la apariencia, Él, mira el corazón y su posibilidad de convertirse de verdad a Dios. Así, Jesús miró a Leví y le dijo: “¡Sígueme!”. Yél, dejando todo, inmediatamente se levantó y lo siguió. Ya, toda su persona, había quedado cautivada por el Profeta de Galilea. Y un encuentro tan gozoso, había que celebrarlo con una comida, en casa de Leví. El hecho, fue tan notorio entre sus camaradas, publicarnos como él, que se fueron sentando a la mesa acogidos por Leví y por el Maestro.

Pero “los escribas de los fariseos”, se sintieron escandalizados y murmuraban entre los comensales este hecho tan insólito, del actuar de Jesús: ¿por qué come con publicanos y pecadores? Y los discípulos, no supieron responder porque estaban tan sorprendidos como ellos. Pero Jesús lo oyó y les dio la razón obvia: “No necesitan médico los sanos sino los enfermos, porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores,para que se conviertan”. Su Nombre: Jesús, significa Salvador, y ésta, es su acción entre los hombres: salvar y rescatar lo que estaba perdido por el pecado, porque el pecado nos rodea a todos y necesitamos a Dios que,nos arranque de las manos de este mal que nos acosa. “Pero Dios, por el gran amor con que nos amó,estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo. Por pura gracia estamos salvados”.

¿Y puede haber hombres tan insensatos que, no deseen ser rescatados por Dios, en Su Hijo Jesús, el Médico divino? Pues sí, y estos vivieron en tiempo del Señor y preferían “la pureza legal”, de no contaminarse con los que ellos juzgaban proscritos que, amar a todos para recibir el Don de la Vida. Sabemos que, la envidia es contraria al amor y éstos escribas de los fariseos, no amaban a Jesús y menos a Dios. Hubieran deseado,tener los poderes y la personalidad de Jesús para hacerse con ellos, superiores a los demás. Pero el Señor, no les concedió este don y en sus sentimientos miserables, odiaban a Jesús y a los que se le adherían. Y más, a los que ellos juzgaban despreciables, por sus pecados notorios. Cuando no amamos, nos asemejamos a estos escribas…

¡Dios nos proteja de la envidia y nos regale el don de su amor! Sólo con él, el Padre nos reconocerá como hijos suyos, por nuestro parecido con Jesús. Seremos hijos en el Hijo y podremos entrar en intimidad con Dios que, esto es el cielo y la bienaventuranza eterna!

¡Dios mío, cúbrenos con tu amor! ¡Qué así se haga! ¡Amén! ¡Amén!

Imprimir

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!