JOSÉ, LEVÁNTATE Y HUYE A EGIPTO

3 Después que ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»
14 El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto;
15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
16 Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.
17 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías:
18 Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen. (Mt. 2, 13-18)

Cuando un poderoso como Herodes, quiso hacer daño al Niño Jesús, pensando que era el Mesías- Rey esperado desde siglos, Dios, no se lo permitió y empleó avisos extraordinarios para frustrar sus planes. Este Niño, venía para salvar al mundo de los pecados y así, el plan de Dios, se cumple siempre. Los hombres, nada pueden con los designios de paz y salvación que Dios quiere para todos. Pero el hombre, piensa que con su poder y dejándose llevar de sus pasiones, puede cambiar los caminos de la historia. ¡Intento vano, porque no saben, ni conocen que, la Sabiduría de Dios, es más fuerte y sabia que todos los hombres, porque Dios, ¡es el Señor de la historia!
Dios, envió de nuevo un ángel a José para ordenarle su salida precipitada de Belén y su ida como prófugo a Egipto. Una vez más, contemplamos la docilidad de este hombre de Dios. José, no pregunta, sabe lo que Dios quiere que sepa y obedece.

Pensamos aquí, en cuantas reticencias nos acompañan, a veces, para realizar la voluntad de Dios, tan manifiesta en su Palabra y en los Mandamientos y también en los mandatos de los que están para protegernos y cuidarnos, nuestros superiores que, si son fieles a Dios, sólo quieren ayudarnos en el camino de nuestra santificación.

Meditar en lo que José “guardaba y sopesaba en su corazón”, sería un buen ejercicio de oración y por tanto de unión con Dios... Él, sin haberlo previsto y menos pensado, se vio envuelto en una aventura en la que él no era el protagonista. Era el Espíritu Santo, el que traía y llevaba a José, para realizar sus planes santos. Y como en el alma de José, halló siempre un corazón blando y dócil como la cera, se atrevía a pedirle actos heroicos que, él acogía y llevaba a término, con una fidelidad nada común.

Cuando Dios hablaba a José, por medio de un ángel, no le dejaba todo claro. Había muchas incógnitas en su mensaje. Pero lo que sí estaba muy clara, era la voluntad de Dios, bien manifiesta. José, también nos enseña ese silencio acogedor entre tantas dudas que podrían surgir en su libertad, también santa: “Como un niño en brazos de su madre”, opondría a todo, un abandono total.

Y algo más que nos enseña José, es a desaparecer de la escena cuando su misión con la familia de Nazaret había concluido. Jesús, ya joven y habiendo aprendido de su padre legal, hasta el oficio de artesano (porque en los Evangelios se le llama “el hijo del carpintero”), ya todo en este hombre bueno, había terminado... ¿Y qué queda de él?: pues muchos devotos que, queriendo seguir su ejemplo, desean imitarle en tantas virtudes. Como, además, siempre estuvo al lado de Jesús y de María, los “dos tesoros preciosos de Dios”, su santidad es muy eximia, de aquí su poder de intercesión, tan grande.

¡Seamos contemplativos al estilo de este hombre: oración, silencio, amor a prueba a Jesús y a María! ¡Qué así nos lo alcance su gracia! ¡Amén! ¡Amen!

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