UN MANDAMIENTO NUEVO OS DOY, QUE OS AMÉIS COMO YO OS HE AMADO

31 Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.

32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»

33 « Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.

34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.

35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»

(Jn. 13, 31-35)

Jesús, está en la cena íntima con sus discípulos y por ser la última antes de ser entregado, su Corazón arde en deseos de compartirles lo mejor que tiene de parte del Padre. Pero hay un obstáculo grande en esta intimidad. Decía Jesús después del Discurso del Pan de vida: “¿No he elegido Yo a los doce?, y uno de vosotros, es un diablo. Hablaba de Judas que, lo iba a entregar”. (Jn. 6,70). Siempre que el mal aparece, quisiera destruir el bien, o al menos, entorpecer su obra de amor. Así, Jesús, ante Judas que, ya ha consumado su traición, siente un rechazo visceral, el mismo que siente la luz ante las tinieblas.

Una vez que, la Luz puede difundirse, anuncia a los suyos que, “ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él”. Porque, la Pasión de Jesús, es un designio misterioso del Padre, para salvarlos de este mal que, se realiza en el pecado y en la muerte. Esto, lo sabe Jesús y lo quiere, porque el Padre, en ésta su Pasión, es glorificado, por la obediencia del Hijo. Y Éste, a su vez, será glorificado por el Padre que, lo resucitará de entre los muertos, como el primer nacido de entre ellos, para entrar en la vida eterna...

Pero Jesús, no acoge la voluntad del Padre como un hecho fatídico, sino que manifestó: “nadie me quita la vida, sino que Yo la entregó libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla”, como así sucedió la mañana de Pascua...

Pero ahora, a Jesús, le queda poco tiempo de estar con los suyos y con ardor en el Corazón, les entrega su Testamento: el Mandato Nuevo: “que, se amén unos a otros, como Jesús nos ha amado” ... ¿Y cómo nos ha amado?: Pues dando su vida por nosotros. Por esto, para ser discípulos de Jesús, nosotros, imitándole, daremos la vida por los hermanos… Y hermano, no es amigo o familiar o compatriota, que eso, también es verdad, sino que, “hermano”, es todo hombre que ante mi, me pide amor, me reclama amor, sea cual sea la situación en la que se encuentre. Y esto, vale también para el enemigo, aquel que no me ama y que no es amigo... ¡Ésta, es la única señal válida por el discípulo de Jesús!...

Y decimos: ¡eso es imposible a nuestro natural tan veleidoso y siempre mal inclinado! Es verdad, pero Jesús, ¡no nos manda algo imposible! En Él, está la fuerza de este “, “Mandamiento nuevo”: En acercarse y creer en esta capacidad de amar, con su mismo Corazón... ¿Y quién puede decir que, teniendo el mismo Corazón de Cristo, no puede amar con sus mismas entrañas y fibras divinas? ... ¡Dejamos pues, de mirar nuestras pobrezas e impotencias y lancémonos a Él pues, en este acto, sólo descubriremos que, hace tiempo nos estaba esperando para regalarnos con el Don de Sí mismo!…

¡Señor, empujarnos a tu Pecho y a tu Llaga del Costado, para llegar a tu Corazón que, arde en llamas de amor!... ¡Qué así sea mi Dios!...

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