JESÚS, TÚ TE HAS COMPADECIDO DE NOSOTROS

30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco. » Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. (Mc. 6,30-34)

“¡Ten compasión!”. Palabra que hoy no tiene prensa. Nadie quiere que le comparezcan. Ello suena a “mendigas ayuda o consuelo”, “no te vales por ti mismo y eres inferior”... Esto sucede en nuestras coordenadas humanas, porque nos educan para “sé tú mismo”, “tú puedes y sabes, por ello no necesitas de otros”: “tú y solo tú”...

Sin embargo, estos razonamientos en el mundo sobrenatural resultan necios, porque aquí: “te basta mi gracia, pues la fuerza se realiza en la debilidad” y “la necedad de Dios es más sabia que los hombres y lo débil de Dios, es más fuerte que los hombres”. Y esto es Palabra de Dios, le guste o no le guste a nuestro deseo de prepotencia...

Dios sabe lo que dice y esto se cumple siempre en Él y en nosotros. Y nos lo dice continuamente Jesús en su Evangelio: “¡Señor, ten compasión de mí!”, que estoy enfermo, que soy un pecador, que tengo una hija que está endemoniada... Y nosotros, podríamos añadir hoy: “ten compasión de mí, que no tengo paz”... O “la alegría ha huido de mi corazón”… O: “estoy enfermo y necesito más fe en Ti, para aceptar con amor tu voluntad sobre mí”... Tantas peticiones de compasión como hombres hay sobre la tierra... Somos indigentes y Jesús realiza en nosotros su designio de amor de curarlo que está dañado: “venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”...

“Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor”. Y el Pastor, cuando tiene misericordia, no humilla, sino que nos devuelve “la imagen” porque somos hijos de Dios. Su ternura nos restaura con su Palabra la Paz y la alegría de hijo… “¡Porque Jesús, necesitamos que “nos enseñes muchas cosas”, que te pares con nosotros y tengas compasión, porque somos unos pobres ignorantes a quienes sólo tu Palabra nos devolverá la sabiduría y la sensatez!”...

Y Jesús acude a nuestra llamada, como lo hizo en los principios de su ministerio con sus apóstoles: ellos bebieron los primeros de “la Fuente de la Gracia” y la esparcieron por toda la tierra. “Y cuando volvían a Jesús, le contaban lo que habían hecho y enseñado” y lo hacían con mucha alegría y entusiasmo porque veían, con sus propios ojos, el poder que salía de sus manos por el Nombre de Jesús... Y esta obra evangelizadora merecía que el Señor les invitara a un descanso merecido junto a Él: “venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”...

¡En verdad Jesús, necesitamos tu invitación para beber de tu Corazón, a solas, de tu Misericordia y tu Amor, que desean entrar hasta “el fondo del alma” y ya quedar prendidos en este cielo anticipado!...

¡Hazlo Jesús, pues Tú quieres, puedes y sabes hacerlo!... ¡Que así se haga!...

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