JUAN, BAUTIZA A JESÚS EN EL JORDÁN

6 Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.
7 Y proclamaba: « Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. »
9 Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.
11 Y se oyó una voz que venía de los cielos: « Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco. »(Mc. 1, 6-11)

Ante Juan el Bautista se forma una fila de hombres pecadores. Todos ellos son conscientes de que lo son y vienen a que Juan les bautice con las aguas del Jordán, para quedar limpios de sus manchas y restaurar la amistad con Dios, que han perdido por su pecado… Y entre ellos se mezcla Jesús, esperando su turno de estar ante Juan, para ser bautizado. En cuanto se presenta Jesús, Juan lo reconoce y se resiste a hacer sobre Él este rito de conversión con el agua. “Soy yo el que ha de ser bautizado por ti ¿y Tú vienes a mí?”. Pero Jesús le asegura que ambos han de hacer lo que el Padre ha determinado. Juan no entiende, pero obedece “al que es más fuerte que él”. “Y apenas Jesús salió del agua, los cielos se rasgaron y se oyó la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo Amado, en ti me complazco”. Y “el Espíritu Santo bajó sobre Él como una paloma”…

Hay en este pasaje de la Escritura varios signos que son sacramentales: dicen lo que significan, pero hay que desvelarlos… Está el agua, la paloma y la Voz… El agua purifica, limpia, lava los pecados. Juan Bautista la ofrece como señal de algo que vendrá y que no será sólo apariencia, sino realidad en “el que ha de venir”: Jesús. ¡Él sí que ofrece al hombre, con las aguas del bautismo, un cambio total de vida!... Entonces, todas las manchas morales son borradas y aparece “el hombre nuevo”, hecho a imagen y semejanza de Dios. Es decir, que es hijo de Dios y puede llamarle: ¡Padre!…

En la forma corporal de una paloma, aparece el Espíritu Santo que desciende sobre Jesús y le confirma en su misión mesiánica y su santidad, y se entrega a Él para que pueda bautizar en el Espíritu Santo y Fuego… Y por último, los cielos se rasgan y la Voz del Padre se oye: “Tú eres mi Hijo Amado en Quien me complazco”… Por primera vez, tenemos en escena, de forma sensible, a las Tres Personas de la Santísima Trinidad. ¿Quién pudo jamás imaginar esta manifestación de Dios a los hombres?… Pero Dios así lo quiso al comienzo de la vida pública de su Hijo… ¡Como es Amado del Padre y en Quien tiene sus deleites, todo lo que nos diga Jesús es adorable y deleitable al espíritu sano!. No así a los espíritus manchados o retorcidos, en donde la Palabra de Dios es como espada de dos filos que llega y entra hasta el fondo del alma, discerniendo los deseos no buenos del corazón…

¡Pidamos a Dios un espíritu simple y sin doblez, limpio y transparente como el agua, y ardoroso por el fuego del Espíritu Santo!… Sólo Dios puede hacer de nosotros otros “hijos amados en quienes Él se complazca”… ¡Dejémonos abrasar por las llamas del fuego del Amor del Espíritu Santo!... ¡Él es el Único que puede hacerlo, porque “para Él nada es imposible!”… ¡Y también, abrir nuestros oídos, quitando el torpor que los rodea, para oír sólo una Palabra del cielo!: “¡Mi hijo, mi hijo amado, tú eres mi delicia y en ti me complazco!”…

Estas son las maravillas que nos trae el bautismo que Jesús nos ha regalado… ¡Porque Él lo quiso así, y todo porque nos ama!… ¡Demos gracias a nuestro Buen Dios!…

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