Y EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS

1 En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2 Ella estaba en el principio con Dios.
3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
11 Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13 la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él y clama: « Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. »
16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. (Jn. 1, 1-5.9-16)

¿Qué sabemos nosotros de Dios, de ese “Principio” en que existía la Palabra?… ¡Nosotros que nos preciamos de nuestro saber!… Pero es un saber “de tejas para abajo”, tan sólo de lo que captan nuestros sentidos y poco más… Y como esto excede nuestra capacidad humana… ¿Nos apartaremos displicentes, ante el Misterio, en absoluto, que nos propone San Juan?… ¡No será así, pues si el Apóstol nos quiere llevar de la mano ante “lo que ha visto y oído, tocante al Verbo de la Vida”, nos dejaremos sorprender por algo Maravilloso y entraremos de su mano en Dios mismo: cómo el Verbo habita en el Seno Trinitario!…

La Palabra, desde toda la eternidad, existe, es y este Ser es Dios mismo y “está junto a Dios”, como Persona diferente del Padre y del Espíritu Santo, pero el mismo y Único Dios en todos los Tres… Y esta Palabra, en su “estar”, es dinámica, porque “todo lo ha hecho Él”. “Todo” y “nada de lo que existe, fue hecho fuera de Él”. Por esto, como Él es la Vida y también la Luz, todas las cosas rebosan de Vida y están iluminadas por su impronta. Esa que un día dijo: ¡Hágase, y fue hecho!”, y de sus manos salió algo maravilloso, que es toda la creación…

Pero Juan nos habla de algo antagónico a la Luz, que son “las tinieblas”. ¿Cómo puede ser que en medio de tanta belleza exista la oscuridad? Aquí no habla Juan de “la noche cósmica”, que esta también fue querida por Dios, por tanto le alaba y glorifica, sino de esa “conciencia sin luz”, donde el hombre, y sólo él, decide no obedecer a Dios, escucharle y acoger como don sus designios de Amor. ¡Espantosa realidad en la que el hombre decide, con su libertad: “¡no serviré!”, ¡seré yo mismo y mi plan sobre mí!. Y aquí nos encontramos con el misterio del mal en el corazón del hombre, y por tanto en el mundo…

Viendo el Verbo esta mísera condición de los corazones humanos, con un “excesivo amor”, se compadeció de nosotros y “Se hizo carne”, uno de nosotros, hombre como nosotros, para que viendo a Dios tan cercano, le amáramos y nunca lo temiéramos… “Y a los que lo recibieron y creyeron en Él, les regaló el ser hijos de Dios”, no nacidos sólo para este mundo, sino hermanos de Jesús e hijos del Padre, del Don y de la Gracia, porque la plenitud de esta gracia divina es el Verbo de Dios, hecho carne en Jesús…

Todo esto, que sobrepasa nuestra percepción y comprensión, “nos ha sido revelado, en la plenitud de los tiempos, cuándo apareció la bondad de Dios al hombre, en el Señor Jesús”… ¡Hombre de carne y hueso, que fue gestado, como todo hombre, en el vientre de una Doncella y Virgen!: ¡María!…

¡Que el Señor nos haga penetrar en estos mundos, que no son los de acá abajo y haga brotar en nuestro corazón una acción de gracias, llena de rendida Alabanza y Gloria Dios, que así nos ha amado y se ha acercado a nosotros!… ¡Bendito sea Dios por siempre!...

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