OS HA NACIDO UN SALVADOR

1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.


3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David,
5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
9 Se les presentó el Angel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
10 El ángel les dijo: « No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;
12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. »
13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
14 « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace. » (Lc. 2,1-14)

“Y tú Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo de Israel” (Miqueas 5, 1). Ya Miqueas profetizó, muchos siglos antes del nacimiento del Mesías, que nacería en Belén de Efratá, del clan de Judá, uno de los menores de Israel. Y la providencia de Dios lo ordenó todo para que esto sucediera: No fueron los poderosos, los que decretaron un censo; ni fue casualidad que María, que estaba a punto de dar a luz al Hijo de Dios, tuviera que desplazarse a Belén con José, de dónde eran oriundos, ambos “de la casa de David”... Dios no se contradice, y las palabras de los profetas, porque son sus Palabras, se cumplen siempre, y “Jesús nació en Belén de Judá”…

Cuando María y José llegaron a Belén toda la ciudad bullía de gente por causa del censo. El estado de la Madre, era muy delicado para sumergirse en cualquier albergue. Y prefirieron la soledad y la intimidad antes que la comodidad. Así que eligieron, en las afueras de Belén, una de las muchas grutas que servían a los pastores de refugio. Allí, sin presencias indiscretas, José y María prepararon, lo mejor que pudieron, un lugar donde poder recostar al Hijo de Dios… María, que concibió de forma milagrosa y especial, intuyó que este Hijo nacería de igual manera… Y no se equivocó, porque “la llena de gracia” tenía que saber, con la luz de Dios, que ella era “Virgen antes del parto, en el parto y después del parto”, como la Iglesia lo confiesa con fe…

No sabemos más de este momento en que Jesús-bebé, abrió por primera vez sus ojos a este mundo. Sí sabemos que, hasta el nacimiento, María guardó celosamente Éste Tesoro en su vientre y que una vez que lo dio a luz, Jesús ya era “Dios con nosotros”, Dios con todos los hombres, en carne humana…

¡Y pronto, unos pobres pastores que pernoctaban al raso en los alrededores, fueron avisados por un ángel para que fueran a adorar al Mesías, que acababa de nacer, no lejos de allí, y “estaba envuelto en pañales, esta era la señal”!: ¡la pobreza y la sencillez, en medio de la noche!… ¡Pero no podía faltar todo el ejército de los ángeles del cielo a tan grandioso acontecimiento!… Ellos anuncian, de parte de Dios, “la paz a los hombres buenos”, a los humildes, a los de grande corazón y pobres en bienes de este mundo… Y todo esto, oculto a los poderosos, a los soberbios, a los ricos, como cantó más tarde María en su canto del Magníficat, alabanza a los designios de Dios, que hasta ahora tenía ocultos a todo ojo extraño a Él…

“Este es el Misterio de la bondad de Dios al hombre” tan necesitado de una Salvación que viene de arriba, y que a sí mismo no se puede dar, ¡pero sí desear, para ser feliz en la Bienaventuranza de Dios!… ¡Acerquémonos, con corazón limpio de mala conciencia, y sumémonos a todos los seres buenos que gozan y se alegran de la venida de Jesús-Salvador a nuestros corazones y vida!…

¡Adorémosle junto con María y José, los primeros adoradores Santos!…

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