Parábola del Rey que invita a la boda de su hijo

1 Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo:
2 « El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
3 Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
4 Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda."
5 Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio;
6 y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.
7 Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
8 Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda."
10 Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. (Mt. 22, 1-10)

Y les contó Jesús otra parábola “a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo”. Y hoy nos la cuenta a nosotros. Y es que “el Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo”… Si una boda, en estos pueblos del Oriente, era el acontecimiento más importante celebrado por los lugareños, aunque fueran pobres, con fasto y alegría y no sólo un día, sino siete, qué no sería la boda del hijo de un rey. Todos los invitados se sentirían muy honrados de ser elegidos para participar en tan gran acontecimiento…

Pero en esta parábola no es así, “los criados del rey fueron a llamar a los convidados y estos no quisieron ir”. Entonces, el rey envío otros criados para insistirles porque todo el festín estaba preparado. Pero los invitados se fueron, unos a sus asuntos y otros maltrataron a estos siervos hasta matarlos… Entonces, el rey, con sus tropas, destruyó a estos asesinos y les prendió fuego a la ciudad…

Y la decisión del rey nos sorprende porque invita a la boda a “todo el desecho” de la humanidad: los invitados que “eran dignos” no se lo merecían y estos que eran “indignos” son los elegidos…

Lo que Jesús les quería decir a los judíos con esta parábola, es que ellos, el pueblo elegido, eran los depositarios de la Gran Promesa de Dios, anunciada de antaño por los Profetas: ser los invitados, los primeros a la Boda del Hijo de Dios, Jesús, con su humanidad, para en este consorcio ser salvados del pecado y de la muerte en los que todos, ¡y también los elegidos!, estábamos inmersos… Pero este pueblo, con sus dirigentes a la cabeza, rechazaron esta insólita invitación y lo hicieron con la indiferencia y hasta con la ira y la violencia que sentían hacia la voluntad de Dios y sus planes… Ellos mismos atrajeron hacia sí su muerte y también el incendio y destrucción de la Ciudad Santa, como así sucedió el año 70 después de Cristo, en que el Templo de Jerusalén, con los judíos dentro, perecieron y desaparecieron como “Pueblo de Dios”…

Pero Dios, tenía preparado otro pueblo fiel, de entre los paganos, para formar su Iglesia, que es la verdadera Esposa del Hijo del Rey. Y nosotros, en otro tiempo ignorantes de este plan de salvación sobre toda la humanidad, hemos pasado a ser los elegidos, los invitados, los miembros de esta Iglesia Santa… Y no sólo como Pueblo de Dios, sino que cada uno de nosotros estamos llamados a celebrarse esta Boda con el Hijo del Rey… ¡El nos ha invitado con tanto amor cuando no lo merecíamos, por eso cuidemos de no serle ingratos por nuestras malas obras: la búsqueda de nuestros intereses a ultranza, o nuestro desdén o indiferencia!… ¡No lo quiera Dios, y su gracia nos despierte a estas realidades, sobre nuestra naturaleza, del Reino de Dios que está haciendo violencia para entrar en nuestra alma, porque quiere celebrar una Boda y una Fiesta que comienza ya aquí en la tierra, pero que se consumará en una eternidad feliz!…

¡Esto, “Ni el ojo vio ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar, lo que Dios ha preparado para los que lo aman, pero lo sabemos por su Espíritu!…

¡Dejémonos ser fieles por su Espíritu Santo y ofrezcamos a este Espíritu la docilidad y el amor de cumplir su voluntad sobre nosotros y sobre toda criatura!…

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