Velad y estad preparados

42 « Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
43 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.
44 Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.
45 « ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo?
46 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así.
47 Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda.
48 Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: "Mi señor tarda",
49 y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos,
50 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe,
51 le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes. (Mt. 24, 42-51)

En este Evangelio nos habla Jesús de las actitudes que hemos de tener ante el Día del Juicio Final. Y estas actitudes no se pueden improvisar, sino que han de ser la norma general de nuestra vida: ¡vigilancia, alerta, estar despiertos!… No ceder al sopor y a la monotonía de la vida: estas son actitudes típicas de nuestra inconsciencia, que le cuesta mucho “estar aquí y ahora”… Y este ¡velad y orad!, ¿para qué?: Porque “el Señor está cerca” y aunque sabemos seguro que vendrá, porque Él nos lo ha revelado, no sabemos cuándo, ni dónde… Pero estas cosas no nos interesan mucho… Además, es una dignación de su misericordia el no saber el día, ni la hora, pues si Jesús nos lo hubiera revelado, viviríamos en continua ansiedad y angustia ante ese momento… Jesús nos dijo que tan sólo estuviéramos “siempre preparados, porque a la hora que menos pensemos viene el Hijo del Hombre”…

Mas este ¡velad!, ha de ser algo lleno de sosiego y de paz, porque lo único que ha de estar en tensión es el Amor. Y el Amor de Dios sólo puede llevar en sí la Paz y la Alegría, porque Éste, es el mismo Dios, tomando posesión de toda nuestra vida… Si andamos inquietos y turbados, por si “soy pillado en algo”, todo esto es temor y miedo de Dios… Y en el Amor nunca hay temor… Por tanto, obremos el bien, porque él es mi lámpara que vela y está despierta, porque el mismo Señor, que ha de venir, ya ha venido a mi corazón y me habita… ¡Sólo me falta “la plenitud” en “ese Día”, porque estar, ya está en mí con amor y gozo!…

Y nos pone aquí Jesús dos parábolas que ilustran esto que nos quiere inculcar: la del ladrón que coge desprevenido al que va a robar; y la del criado que se divierte en sus juegos y vicios y no cumple con su deber de administrar bien los bienes de su amo. “Abrir un boquete en nuestra casa” y “castigarnos con rigor, por nuestro descuido y maldad", son la paga de estar ajeno a las cosas de Dios y embutirnos en las del mundo, ¡que no salvan, ni llevan a la vida!… ¡Pero, aunque tienen tanto atractivo y “tirón” las cosas deleitosas de este mundo, ¡más fuerte es “la garra del Amor de Dios”, que, si una sola vez, nos dejamos prender por ella, esto tiene una fuerza y absorción en Él, que no se puede olvidar en la vida!…

Y a partir de aquí, todo es buscarle “con todo el corazón, con toda el alma, con todo mi ser”… ¡No, Dios no es de la categoría del gozo del mundo y dista tanto uno de otro, como el Creador de su criatura!: ¡Él, es el Señor de todo, y “las cosas” son criaturitas que salieron del Amor de Dios, y que dependiendo de Él, su fin es darle gracias y alabarle, siendo lo que son: seres bellos, pero efímeros y caducos para la vida eterna!…

¡Señor, que nuestro corazón este siempre buscándote, para que corramos en pos de tu Presencia, qué es Vida Eterna!…

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