El que cumpla la voluntad de mi padre, ese es mi madre

46 Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él.
47 Alguien le dijo: « ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte. »
48 Pero él respondió al que se lo decía: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? »
49 Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: « Estos son mi madre y mis hermanos.
50 Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. » (Mt. 46-50)

La madre de Jesús y sus parientes tratan de hablar con Él, pero es tanta la gente que le rodea que no lo pueden conseguir. Entonces, uno más ágil, se acerca a Jesús y le comunica: “tu Madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo”. La respuesta de Jesús es tan terminante, que parece que Jesús no ama a su familia de sangre… Esto puede parecer al que juzga las cosas naturalmente. Pero Jesús ya nos advirtió que no habláramos “carnalmente”, sino en el Espíritu: “El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada”... Y sin embargo, si examinamos nuestros pensamientos y palabras a lo largo del día, vemos que no nos dejamos llevar del Espíritu, sino de “la carne y de la sangre”… ¡Que son muy naturales!, pero no tienen el poder de salvar… ¡Es el Espíritu Santo, que habita en mí por la gracia en el bautismo, el que me va a redimir y llevar a una resurrección feliz, al cuerpo, y no al revés!…

Pienso, por ejemplo, en cuando fallece un ser querido, ¡aún siendo cristiano!, lo que nos “consuela” es que nos digan esa frase que siempre se oye: “¡te acompaño en el sentimiento!”… ¿De qué se habla aquí y qué se habla?: ¡Sí, que estamos cerca de su dolor, de su pena!… Pero, ¿se nos ocurre decir lo primero: “te acompaño en la fe en la Resurrección de Cristo, en que tu ser querido resucitará y estará ya siempre con Dios?”… Así, Jesús corrige nuestra manera de pensar y de hablar: “Señalando a sus discípulos dijo: “éstos son mi madre y mis hermanos: éstos que cumplen la voluntad de mi Padre que está en los cielos”… “¡Mi Padre está en los cielos, por eso nos da palabras de vida eterna, para intercambiar y creer entre nosotros!... ¡No quiere que vivamos carnalmente, sino que busquemos en todo su santa voluntad, que nos está ya salvando!…

Es muy fuerte que Jesús nos diga: “¡Tú eres mi Madre!”, porque en tu vida has buscado siempre la voluntad de Dios y no la tuya”… “Como Yo en Getsemaní, que dije a mi Padre y a todos los que me sigan: “No se haga mi voluntad, Padre, sino la tuya””. Y estas Palabras le costaron al Hijo de Dios la Pasión y Muerte de su cuerpo, porque el Padre “quería” con ello salvar a todos los hombres del pecado y de la muerte eterna… La voluntad de Dios es Santa, como Dios es Santo y siempre “busca para nosotros el bien, porque nos ama”… Pero sus caminos, no son comprensibles a nuestra “carne”, ¡al contrario, la escandalizan!…

Pero seguir estos pensamientos no los quiere Dios, sino que creamos en Él, porque la fe es seguir a Jesús y no preguntar: “¿Por qué?”, sino “¿Para qué quieres esto de mí?... Y dame tu gracia y fuerza para cumplirlo”…

¡Señor, guíanos en tu santa voluntad y que seamos como María, tu Madre!, que siempre dijo: “! Hágase en mí como tú quieres, mi Dios!”…

Imprimir

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!