GUÁRDALOS EN TU NOMBRE

11 Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.
14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.
15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.
17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.
18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. (Jn. 17, 11-19)

La oración de Cristo al Padre es poderosísima: se cumple siempre todo lo que formula en ella, porque Él es el Único Intercesor ante el Padre, por ser el Hijo, el Hijo amado… Jesús, es nuestro Sacerdote Eterno…

Y en esta “oración sacerdotal”, que es la última mientras está en la tierra, ruega por sus discípulos, a quienes ha amado de forma predilecta, porque los ha unido a Sí en comunión, al igual que Él está unido al Padre por el Amor. Quiere Jesús que todos sean uno, como la Palabra es una con el Padre: ninguna división, ninguna separación entre ellos por causa de las divergencias en el pensamiento o en el obrar… Los discípulos no tienen ya sólo su propio cuerpo, sino que son miembros unos de otros y forman un solo Cuerpo que es la Iglesia. “Ella, es la plenitud del que acaba todo en todos”. Por la Iglesia, Jesús se ha santificado a Si mismo, y el fruto de esta Santidad es la Comunión por el Amor…

“Guárdalos Padre en tu Nombre… ¡Tu Nombre, oh Dios, es Santidad!... ¡Tu Nombre es Amor en plenitud!... ¡Tu Nombre es Unión!... ¡Que “ya no son dos sino uno”!… ¡Ya no es el hombre y a una distancia infinita el Dios Eterno!… Este pequeño ser que tú creaste, ¡Oh Dios!, ha sido introducido, por tu sola misericordia, en ese ámbito, donde sólo Tú eres Señor y Dios: “para que tengan en sí mismos, Mí alegría cumplida”!…

¡La alegría de Dios se nos da “cumplidamente”, porque en Dios, nada es con medida, sino “excesivamente”. Y esto es lo que Jesús le pide al Padre para nosotros: ¡ser su alegría, ser su gozo, ser su amor!… ¿Quién se atrevería a decir estas cosas de lo que nos espera, si no se nos hubiera revelado por Jesús?…

“Porque tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo Único” y ¡con Él, ser ciudadanos del cielo, con los ángeles y los bienaventurados, los que han creído y vivido aquí en la fe, en estos Dones inauditos e incomprensibles a nuestra pequeña y limitada mente humana!…

“Ahora vivimos en esperanza, pero ésta no defrauda”, es real y verdadera, porque es Dios Quién la ha prometido y la está cumpliendo en sus santos…

Pero hay Uno que no desea que las cosas buenas de Dios sean así: el Maligno con sus seducciones y sus secuaces… Pero también la oración de Cristo le pidió al Padre vernos libres de él y dijo Jesús: “Yo he vencido al mundo” y también: “¡Veía a Satanás caer como un rayo!”…

¡Jesús, nos ha puesto un camino de lucha, pero en Él vamos de victoria en victoria, por su Nombre y en su Nombre y por su Santidad y en su Santidad!…

¡Que así sea en nosotros, como Tú lo has pedido al Padre! … ¡Amen!...

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