ENGRANDECE MI ALMA AL SEÑOR (MAGNÍFICAT)

46 Y dijo María: « Engrandece mi alma al Señor

47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador

48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,

49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre

50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.

51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.

52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.

53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia

55 como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»

(Lc. 1, 46-55)

María cantó el Magníficat, con mucha hondura. Creo, que no habló de humillación, de misericordia o de los soberbios o poderosos o ricos, tan solo de oídas. Ella vivía en un pueblo pequeño y todo esto lo observaba a su alrededor y lo  miraba con ojos limpios, con la mirada de Dios que es verdad y justicia. Y lo que veía lo guardaba y meditaba en su corazón, por esto pudo cantar el Magníficat, en donde sólo se ensalza a Dios y el hombre queda apenas como el cantor pobre que es elevado a la categoría de hijo, precisamente porque se ve ante Él poca cosa, algo débil y sin consistencia en sí mismo. Su estabilidad sólo le viene de Dios. Y pienso que María se veía a sí misma también como esta criatura.

Ella cantó la grandeza de Dios y lo hizo por contraste con su pequeñez. Cuando el hombre se crece, aunque sea en su miseria: en la soberbia, el poder, la riqueza, allí no aparece grandeza alguna, ni la de Dios ni la del mismo hombre. Y esta ley de contrastes en el corazón de María la hizo desbordarse de gozo.

La humildad en la que vivía, era el tesoro que siempre atrajo el corazón amante de Dios. Y Ella no sólo lo vivía sino que lo supo con toda su alma. Ello la exultaba y hacía feliz.

¡Oh misterio tan grande de la belleza del corazón de María que vivía en estas profundidades porque era simple y limpio!

María había oído muchas veces las historias salvadoras de Dios con su pueblo Israel, pero en este momento era ella la salvada, la rescatada de la humillación y la pobreza. Ya no eran las historias de otros de su pueblo, era Ella la que podía decir: ¡es a mí, es en mí y no en otros y esto para salvar con el poder de Dios, a todos los hombres!... ¡cómo no gritar de alegría y saltar de júbilo!...

Dios es el Santo, el único Santo y el que santifica a sus fieles de generación en generación. Dios con su santidad hace proezas, proezas que cantan su gloria ensalzando a su criatura o derribándola de su trono o de sus pretendidas riquezas. Dios llena nuestro corazón hambriento de paz y de justicia, y sacia la sed de verdad y de amor. A todos nosotros, su santidad nos colma hasta derramarse como lo hizo en María con en su cántico…

cantico de maria

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