QUE LLEGA EL ESPOSO

 

1 « Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.

2 Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.

3 Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite;

4 las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas.

5 Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron.

6 Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!"

7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.

8 Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan."

9 Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde  los vendedores y os lo compréis."

10 Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.

11 Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!"

12 Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco."

13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. (Mt. 25, 1-13)

Es una parábola del Reino, luego su comprensión nos es limita, pues ¿qué sabemos del Reino de los Cielos? Ahora vemos como en un espejo de adivinar. Y el espejo del tiempo de San Pablo, no era como los de ahora. Era “un espejo de adivinar”, es decir, que la imagen no era en absoluto nítida, ni correspondía a la realidad que se reflejaba. San Pablo nos decía que para lo que veremos después: “cara cara”, lo de ahora es no ver, es sólo barruntar entre niebla... Pero aún así, Jesús nos da está parábola del Reino para que “adivinemos” algo de lo que encierra.

Aparecen diez doncellas que no son iguales, sino en que las diez son jóvenes y vírgenes que desean desposarse con el Esposo-Cristo; pero el comportamiento de la mitad de ellas, difiere mucho de las otras cinco. “Cinco eran sensata y cinco eran necias”. La sensatez y la prudencia es en la Biblia una “bienaventuranza”.

“Dichoso el hombre que alcanza sensatez, el hombre que adquiere inteligencia. Vale más que la plata y su renta más que el oro, es más valiosa que las perlas, ni se le compara las joyas... Son dichosos los que la retienen” (Prov. 3, 13-18)

Las diez doncellas, lleva cada una su lámpara y las diez salen de su casa para esperar al esposo... Todos llevamos en el corazón la lámpara de los grandes deseos, y esperamos que Dios los colme, “esperamos al esposo”. Pero unas doncellas vigilan para que su lámpara no se apague, para que sus grandes deseos no perezcan como una ilusión fallida, y alimentan su vida con el aceite de la vigilancia, la alerta. Están al acecho para descubrir la llegada del esposo.

El aceite es el testigo presto de la espera, porque todas se quedan dormidas; la espera se hace larga y pasa una hora y otra y El no llega. Muchas veces, muchas, a lo largo de las horas, la inconsciencia nos acompaña, estamos como ajenos a la vida, al Amor, al fin de mi existencia, no es posible vivir de continuo conscientemente mis verdades vitales. Pero tengo un ayudante que vela para que todo esto no se quede a oscuras: mi deseo. Este es un centinela que no se cansa, que si quiero, siempre está despierto y me alerta a veces, que vivo y que soy consciente de lo mejor de mi vida, tan frugal. El me da la alegría y la esperanza en ese: “el esposo tarda”, pero al fin: “¡que llega el esposo, salid a recibirlo!”.

Cristo reclama que no solo llevemos lámparas sino que alimentemos con aceite el encuentro definitivo con El, el poder, por fin, entrar al banquete de bodas... porque “muchas doncellas son las llamadas y pocas las escogidas”. ¡Que vigilante tendría que ser nuestra vida, que alertas por si llega, que deseosas de que llegue pronto, de que esta vida, también la veamos así: efímera con sus gozos y sus penas!.

Aficionarse a las cosas del Reino: a la Palabra de Dios, al diálogo con Jesús, a escudriñar en todo momento su voluntad y seguirla con ansia, cueste lo que cueste porque mucho más le costó al Hijo de Dios, al Esposo, el rescatarnos de la esclavitud para llevarnos eternamente a su Reino, para abrazarnos por toda la eternidad pues a esto estamos llamado: a unirnos a El, a ser sus prudentes y bellas esposas.

¡Gracias Jesús por tus desvelos, porque nos avisas, nos atraes y nos arrastras tras de Ti!

 lamparaencendida

                    

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