DOMINGO DE PASCUA

CICLO A

RESURRECCION DEL SEÑOR

INTRODUCCION

 

Aparentemente vencido, Cristo era en realidad el gran vencedor al morir sobre la cruz. Esta victoria era conocida únicamente de Dios. Era necesario que apareciese en toda su magnífica realidad a los ojos de todo el mundo. La resurrección fue la epifanía de este triunfo, el testimonio irrefutable de que su sacrificio había sido aceptado. Sería la piedra angular sobre la que se apoyaría el edificio de la Iglesia, el hecho que haría invencible la fe de los apóstoles y les lanzaría por el mundo para dar testimonio de ella a todos los hombres. Ni la muerte les haría titubear.

Tan intenso había sido el impacto de la Resurrección del Señor en sus ánimos, tal la luz y el gozo, que desde el primer momento sintieron la necesidad de reunirse todas las semanas en este día que ellos empezaron a llamar el DIA DEL SEÑOR (díes dominica = domingo). Entre todos los domingos adquirió muy pronto una especial importancia el domingo aniversario de la Resurrección, LA PASCUA.

Litúrgicamente el día de hoy es una prolongación de la Vigilia Pascual, como lo es también el cincuentenario del Tiempo Pascual.

Pascua es la fiesta de la alegría cristiana. Alegría indestructible, porque el fundamento sobre el que se apoya es indestructible: la certeza de que Cristo ha resucitado para no morir más, y que su resurrección lleva en sí, en germen, la de todo hombre. La seguridad de que nada ni nadie le puede separar de Cristo resucitado, inunda al cristiano de gozo y de paz. (Rm. 8, 38-39)

Act. 10, 34a.37-43

34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo:

37 Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo;

38 cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él;

39 y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero;

40 a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse,

41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.

42 Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.

43 De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados. »

(v. 34a)  -   San Lucas nos propone aquí la predicación de Pedro ante Cornelio y los suyos con una formulación sintética: Los pensamientos fundamentales del kerigma de salvación ante los oyentes no judíos. Aquí en comparación con las precedentes predicaciones misionales de los apóstoles, la prueba de la Escritura pasa a segundo término y en el primero está la acción salvadora de Jesús de Nazaret y el refrendo de su misión mediante su acción y sobre todo mediante su resurrección. El camino de salvación consiste en volverse con fidelidad hacia Jesús.

(v. 37-38)- Pedro dirige su atención a la historia. El contenido del evangelio se compendia con la máxima brevedad: “vosotros conocéis lo acaecido….”. Pedro supone que en Cesarea, donde residía el gobernador romano, se pudo tener conocimiento inmediato de lo que aconteció a Jesús. Testimonio de cómo la historia de Jesús, ya durante su vida, suscitó interés y llamó la atención (26, 26).

              -   Pedro pone de relieve (2, 22s) la figura de Cristo del evangelio de San Marcos (reproducción de lo que Pedro predicaba) escrito para lectores romanos: El bautismo de Juan es el principio del camino salvador de Jesús (1, 21s) y en él se enlaza que “Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder” UNGIR = KHRIO/EKHRISEN : KHRISTOS. (2, 36)

              -   Los 4 evangelios hablan de este Espíritu Santo que descendió sobre Jesús (especialmente Lucas) y en Act. el testimonio del Espíritu Santo es constante.

              -   “Jesús pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo”: pone en primer término la actuación externa de Jesús (10, 36), es Salvador del mundo oprimido por el poder del diablo: anhelo de todo un mundo doliente y angustiado. Los soberanos de entonces se hacían llamar “soter”, salvadores, querían ser dioses y se hacían tributar honores divinos (Roma y sus Césares). Frente a ellos, Jesús de Nazaret es “el Señor de todos”: “porque Dios estaba con él”.

(v. 39)   -   “Y nosotros somos testigos” (1, 21s) basa el evangelio en la autenticidad de los hechos históricos. Sobresale la muerte y la resurrección de Jesús como los acontecimientos decisivos de la salvación. Pedro y otros escogidos “comimos y bebimos con él después de su resurrección de entre los muertos”. Es una comida misteriosa e inexplicable, pues se sustrae a toda experiencia: cómo come y bebe un cuerpo glorificado. Y esta participación en la mesa sobrevivió en la celebración litúrgica de la cena del Señor.

(v.42-43)   -   En la experiencia de la Resurrección y el encuentro con el Señor resucitado, se funda la misión salvadora confiada a la Iglesia. Se exige que se transmita este mensaje a todos los hombres (1, 8) (Lc. 24, 49s) (lc. 24, 47).

              -   “Juez de vivos y muertos”, antigua fórmula que fue insertada en el credo de la primitiva Iglesia (17, 31). La Resurrección de Jesús y su oficio de Juez están en estrecha relación. Y ante el tribunal hemos de salir airosos: Cristo otorga la “remisión de los pecados” a todos los que creen en su nombre: comunión con él basada en la fe. Jesús es Juez y Salvador, pero es esto primero que aquello y los vaticinios de los Profetas ya hablaron de esta remisión de los pecados, oficio propio del Salvador.

Col. 3, 1-4

1 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

2 Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.

3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.

4 Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

                     Comienza aquí la segunda parte de la carta, parte moral después de haber desarrollado la primera parte doctrinal.

     (v. 1)    -   Para Pablo el bautismo no es una piadosa ceremonia, sino un gran misterio, lo más importante en la vida del creyente (2, 11-13) porque en él muere el hombre viejo y aparece el nuevo juntamente con Cristo. Por esto el cristiano debe mirar “arriba” donde convergen todos sus deseos (Fp. 3, 19) donde está Cristo, ya ascendido “a la derecha de Dios” ( Sal, 109).

     (v. 2)    -   De nuevo recomienda mirar arriba, pero ahora “meditando” en el cielo y no en las cosas de la tierra, Esto supone un cambio en el orden de valores y así un desprendimiento de lo terreno, no para vaguear (I Tes. 4, 11s) sino para no extrañarse en ello como si tuvieran un valor absoluto,

     (v. 3)    -   pues ya estamos muertos por el bautismo (2, 12) y se nos ha dado una vida nueva, es verdad que oculta todavía en Dios, como lo estuvo para Cristo, pero real y verdadera. (3, 4) Vivimos del misterio que se llama Cristo.

     (v. 4)    -   Pero Cristo se manifestará al fin de los tiempos como el Señor del mundo (1, 16) (Ef. 1, 10) y cesará lo “oculto” (Rm. 8, 9).

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