MIEDO A LA GENTE

26 « No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.

27 Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados.
28 « Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre.
30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
31 No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.
32 « Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos;
33 pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos. (Mt. 10, 26-33)

Por tres veces Jesús nos exhorta a “no tener miedo” y expresa el objeto del miedo y su poder para ejercer en nosotros esta pasión.

Primero, miedo a la gente: La gente es el mundo con sus percepciones, su gusto por la imagen, por el aparentar. Y Jesús nos invita a ser auténticos, veraces. Todo llegará a verse a la luz de la Verdad, en la hora de Dios. Entonces, el que ha sido auténtico, no tendrá de qué avergonzarse; no así los mundanos que buscan la apariencia. Lo oculto y secreto de Dios, a su luz, es bello y verdadero, con propio esplendor, porque la Verdad tiene luz propia.

Segundo, miedo a los que destruyen mi cuerpo. Mi alma vale más que mi cuerpo y ésa es por la que hay que trabajar. El cuerpo es el soporte del alma y hay que cuidarlo, pero no es el alma. A los ojos de Dios, es a mi alma a la que Dios va a entregar el cielo o el infierno. Y el cuerpo, para los que han seguido a Jesús en su vida, irá tras el alma alabando a Dios por su promesa de Resurrección en Cristo.

Si a los gorrioncillos los cuida tanto Dios, su Creador ¿cómo no va a mimar mi cuerpo, si tiene contados uno a uno los cabellos de mi cabeza?

Tercero, miedo a las consecuencias de no dar testimonio de Jesús. Dios quiere que lo primero y único es que le sigamos con nuestras fragilidades y no queramos negarle en nada; y lo demás, los bienes del cuerpo y del alma, se nos darán por añadidura…

¡Dios mío, quítame el miedo que me paraliza e impide caminar tras de tus huellas!

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