• 1

AL QUE ME AMA, ME MANIFESTARÉ A ÉL Y EL PADRE LO AMARÁ

21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él. »

22 Le dice Judas - no el Iscariote -: « Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? »
23 Jesús le respondió: « Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Jn. 14, 21-26)

Siempre se ha dicho: “el movimiento, se demuestra andando” y también: “obras son amores y no buenas razones”, porque “no todo el que dice “Señor, Señor”, me ama”. Amar a Dios es poner por obra su Palabra y “sus mandamientos no son pesados”, sino que son insinuaciones al corazón que van llenas de unción suave y de premios, a la vista, de vida eterna. El que no hace caso de la Palabra de Jesús es que todavía no le ha conocido, porque no se puede amar lo que no se conoce.

El que ama a Jesús, recibe su visita. Él se le manifiesta como lo que es: Amor. Y la dulzura que le invade va desde la cabeza, comprendiendo que es Jesús, y pasando después al corazón, donde se produce un fuego que arde y no se extingue y nos hace amar a todos, viendo en ellos que son hijos de Dios y muy amados por El. Y con Jesús, nuestro corazón se derrite de amor y de deseo de poseerle para siempre. Este es el fruto de amar sus mandatos.

Pero amar a Jesús es amar al Padre, porque “el Padre y yo somos una misma cosa”. Entrar en intimidad con Jesús es sentirse habitado por las Tres Divinas Personas y es el Espíritu Santo el que nos enseña todas las cosas acerca del Padre y de Jesús. Es lo que Él les fue revelando a los Apóstoles a lo largo de sus años de predicación. Ellos escuchaban, pero no entendían, aunque retenían. Y el Espíritu Santo cuando viniere, les recordaría todo y desvelaría los misterios que Jesús les había anunciado.

Estás palabras, revelación de Jesús y conocimiento del Padre, tienen vida eterna, por tanto un germen de Resurrección y prenda de nuestra salvación. Jesús nos trata como adultos en la fe, pues nosotros, pobres hombres, no podemos entender la sabiduría de Dios; pero el Espíritu Santo vienen en ayuda de nuestra debilidad y, como una nodriza, nos lleva hasta la Verdad plena…

¿Quiénes somos y qué hemos hecho, Señor, para merecer ser de tus íntimos y gozar de tus misterios?... Nada, todo es bondad y condescendencia divina… ¡Gracias, Señor, gracias!

6FCBAFD9 02FE 4EDD 9008 80E690D9424C

Imprimir Correo electrónico

Gracias a Google, Norton y McAfee, te podemos garantizar que nuestra web, su contenido y los servidores desde donde se proporciona el servicio, son 100% seguros y están verificados. Puedes comprobarlo pinchando en las imágenes de abajo .
navegacion segura googlenavegacion segura nortonnavegacion segura mcafee

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!